miércoles, 17 de octubre de 2012

La vida apresurada


Las  palabras fueron abismos, aquellos agujeros que sin saber nos arrastran hasta lo más hondo de la nada. Sin pensar, sin sentir ya que las cosas a veces llegan sin que uno los espere, y así pasa el tiempo, cruel, sin detenerse y nosotros ya no somos los mismos, los de antes y los de siempre, siempre, siempre.
Pensamos que la vida es el ahora, que el pasado no importa y el futuro es incierto, que los pequeños detalles que día a día nos rodean no nos detenemos a disfrutarlas ya que así llegan los momentos felices y cuando pasan solo vemos atrás y lo dejamos morir como un recuerdo bello, luego deseamos retroceder el tiempo, al darnos cuenta que no podemos, queda en el olvido.
Y así pasa el tiempo y así pasa la vida, donde los segundos no cuentan y las horas pasan volando, veloz y nadie, absolutamente nadie puede detenerlo, pararlo o tan siquiera evitarlo. El reloj, en la muñeca en cada casa y en cada parque, nos impulsan a seguir, a continuar apresurado, convencidos que la vida  es fugaz y que vivir cada momento es ser perfecto.
Cuando envejecemos y vemos atrás afirmando que todo lo pasado fue perfecto, pero eso no es cierto, como dice Sabato, no quiere decir que en el pasado no sucedieron cosas malas si no que nosotros las echamos al olvido.