miércoles, 16 de mayo de 2012

La muerte de Carlos Fuentes


En “La muerte de Artemio Cruz” (1960) el protagonista regresa de un viaje de negocios, es ahí donde sufre un ataque gástrico y espera la muerte en su gran mansión. Mientras que su familia, su esposa a la que no le une nada y su hija que lo desprecia; simulan preocupación por el estado de Artemio quien no quiere revelar donde escondió el testamento.

Mientras toda esta gente se mueve alrededor de su cama, su cerebro se traslada, en ida y venida, entre el presente, el pasado y un futuro adivinado.



Carlos Fuentes (1928 - 2012) hijo de un diplomático mexicano que vivió en  Buenos Aires, quito, Montevideo y Rio de Janeiro, Así como Washinton D.C.
El gran arquitecto del Boom Latinoamericano, célebre por libros como:
La muerte de Artemio Cruz  (1960) La región más transparente (1959), Aura (1962), Terra Nostra (1975), y la novela post-Boom Gringo Viejo (1985)

A sus 83 años al medio día de ayer 15 de Mayo del 2012 murió  en el Hospital Ángeles del Pedregal de la capital mexicana irónicamente como su célebre personaje Artemio Cruz   fallece de una complicación del estómago.


Es el segundo de los cuatro del boom que se va, el primero fue Julio Cortázar (1914 – 1988). Ahora nos queda a dos premios Nobel, Un peruano (Mario Vargas Llosa) y el colombiano Gabriel García Márquez a quien mataron en una noticia falsa hace pocos días atreves del Twitter.

Ayer se publicó el que probablemente sea su último artículo en el diario mexicano Reforma. Y dejo dos trabajos listos para ser publicados, un ensayo  titulado Personas y una novela llamada Federico en su balcón.  

Solo nos queda el recuerdo y una triste despedida.


Fuente: El País

miércoles, 9 de mayo de 2012

Por falta de palabras – Haruki Murakami





 Un hermoso cuento del autor de Kafka en la orilla, 1Q84, Tokio blues. Vale la pena






 Una bella mañana de abril, en una callecita lateral del elegante barrio de Harajuku en Tokio, me crucé con la chica 100% perfecta.

A decir verdad, no era tan guapa. No sobresalía de ninguna manera. Su ropa no era nada especial. En la nuca su cabello tenía las marcas de recién haber despertado. Tampoco era joven – debía andar alrededor de los treinta, ni si quiera cerca de lo que comúnmente se considera una “chica”. Aún así, a quince metros sé que ella es la chica 100% perfecta para mí. Desde el momento que la vi algo retumbó en mi pecho y mi boca quedó seca como un desierto.

Quizá tú tienes tu propio tipo de chica favorita: digamos, las de tobillos delgados, o grandes ojos, o delicados dedos, o sin tener una buena razón te enloquecen las chicas que se toman su tiempo en terminar su merienda. Yo tengo mis propias preferencias, por supuesto. A veces en un restaurante me descubro mirando a la chica de la mesa de junto porque me gusta la forma de su nariz.

Pero nadie puede asegurar que su chica 100% perfecta corresponde a un tipo preconcebido. Por mucho que me gusten las narices, no puedo recordar la forma de la de ella – ni siquiera si tenía una. Todo lo que puedo recordar de forma segura es que no era una gran belleza. Extraño.

– Ayer me crucé en la calle con la chica 100% perfecta – le digo a alguien.
– ¿Sí? – Él dice – ¿Estaba guapa?
– No realmente.
– De tu tipo entonces.
– No lo sé. Me parece que no puedo recordar nada de ella, la forma de sus ojos o el tamaño de su pecho.
– Raro.
– Sí. Raro.
– Bueno, como sea – me dice ya aburrido –  ¿Qué hiciste? ¿Le hablaste? ¿La seguiste?
– Nah, sólo me crucé con ella en la calle.

Ella caminaba de este a oeste y yo de oeste a este. Era una bella mañana de abril.

Ojalá hubiera hablado con ella. Media hora sería suficiente: sólo para preguntarle acerca de ella misma, contarle algo acerca de mi, y –lo que realmente me gustaría hacer- explicarle las complejidades del destino que nos llevaron a cruzarnos uno con el otro en esa calle en Harajuku en una bella mañana de abril en 1981. Algo que seguro nos llenaría de tibios secretos, como un antiguo reloj construido cuando la paz reinaba en el mundo.

Después de hablar, almorzaríamos en algún lugar, quizá veríamos una película de Woody Allen, parar en el bar de un hotel para unos cócteles. Con un poco de suerte, terminaríamos en la cama.

La posibilidad toca en la puerta de mi corazón.

Ahora la distancia entre nosotros es de apenas 15 metros.

¿Cómo acercármele? ¿Qué debería decirle?

– Buenos días señorita, ¿podría compartir conmigo media hora para conversar?

Ridículo. Sonaría como un vendedor de seguros.

– Discúlpeme, ¿sabría usted si hay en el barrio alguna lavandería 24 horas?

No, simplemente ridículo. No cargo nada que lavar, ¿quién me compraría una línea como esa?

Quizá simplemente sirva la verdad: Buenos días, tú eres la chica 100% perfecta para mí.

No, no se lo creería. Aunque lo dijera es posible que no quisiera hablar conmigo. Perdóname, podría decir, es posible que yo sea la chica 100% perfecta para ti, pero tú no eres el chico 100% perfecto para mí. Podría suceder, y de encontrarme en esa situación me rompería en mil pedazos, jamás me recuperaría del golpe, tengo treinta y dos años, y de eso se trata madurar.

Pasamos frente a una florería. Un tibio airecito toca mi piel. La acera está húmeda y percibo el olor de las rosas. No puedo hablar con ella. Ella trae un suéter blanco y en su mano derecha estruja un sobre blanco con una sola estampilla. Así que ella le ha escrito una carta a alguien, a juzgar por su mirada adormecida quizá pasó toda la noche escribiendo. El sobre puede guardar todos sus secretos.

Doy algunas zancadas y giro: ella se pierde en la multitud.



Ahora, por supuesto, sé exactamente qué tendría que haberle dicho. Tendría que haber sido un largo discurso, pienso, demasiado tarde como para decirlo ahora. Se me ocurren las ideas cuando ya no son prácticas.

Bueno, no importa, hubiera empezado “Erase una vez” y terminado con “Una historia triste, ¿no crees?”



Erase una vez un muchacho y una muchacha. El muchacho tenía dieciocho y la muchacha dieciséis. Él no era notablemente apuesto y ella no era especialmente bella. Eran solamente un ordinario muchacho solitario y una ordinaria muchacha solitaria, como todo los demás. Pero ellos creían con todo su corazón que en algún lugar del mundo vivía el muchacho 100% perfecto y la muchacha 100% perfecta para ellos. Sí, creían en el milagro. Y ese milagro sucedió.

Un día se encontraron en una esquina de la calle.

– Esto es maravilloso – dijo él – Te he estado buscando toda mi vida. Puede que no creas esto, pero eres la chica 100% perfecta para mí.

– Y tú – ella le respondió – eres el chico 100% perfecto para mi, exactamente como te he imaginado en cada detalle. Es como un sueño.

Se sentaron en la banca de un parque, se tomaron de las manos y dijeron sus historias hora tras hora. Ya no estaban solos. Qué cosa maravillosa encontrar y ser encontrado por tu otro 100% perfecto. Un milagro, un milagro cósmico.

Sin embargo, mientras se sentaron y hablaron una pequeña, pequeñísima astilla de duda echó raíces en sus corazones: ¿estaba bien si los sueños de uno se cumplen tan fácilmente?

Y así, tras una pausa en su conversación, el chico le dijo a la chica: Vamos a probarnos, sólo una vez. Si realmente somos los amantes 100% perfectos, entonces alguna vez en algún lugar, nos volveremos a encontrar sin duda alguna y cuando eso suceda y sepamos que somos los 100% perfectos, nos casaremos ahí y entonces, ¿cómo ves?

– Sí – ella dijo – eso es exactamente lo que debemos hacer.

Y así partieron, ella al este y él hacia el oeste.

Sin embargo, la prueba en que estuvieron de acuerdo era absolutamente innecesaria, nunca debieron someterse a ella porque en verdad eran el amante 100% perfecto el uno para el otro y era un milagro que se hubieran conocido. Pero era imposible para ellos saberlo, jóvenes como eran. Las frías, indiferentes olas del destino procederían a agitarlos sin piedad.

Un invierno, ambos, el chico y la chica se enfermaron de influenza, y tras pasaron semanas entre la vida y la muerte, perdieron toda memoria de los años primeros. Cuando despertaron sus cabezas estaban vacías como la alcancía del joven D. H. Lawrence.

Eran dos jóvenes brillantes y determinados, a través de esfuerzos continuos pudieron adquirir de nuevo el conocimiento y la sensación que los calificaba para volver como miembros hechos y derechos de la sociedad. Bendito el cielo, se convirtieron en ciudadanos modelo, sabían transbordar de una línea del subterráneo a otra, eran capaces de enviar una carta de entrega especial en la oficina de correos. De hecho, incluso experimentaron otra vez el amor, a veces el 75% o aún el 85% del amor.

El tiempo pasó veloz y pronto el chico tuvo treinta y dos, la chica treinta

Una bella mañana de abril, en búsqueda de una taza de café para empezar el día, el chico caminaba de este a oeste, mientras que la chica lo hacía de oeste a este, ambos a lo largo de la callecita del barrio de Harajuku de Tokio. Pasaron uno al lado del otro justo en el centro de la calle. El débil destello de sus memorias perdidas brilló tenue y breve en sus corazones. Cada uno sintió retumbar su pecho. Y supieron:

Ella es la chica 100% perfecta para mí.

Él es el chico 100% perfecto para mí.

Pero el resplandor de sus recuerdos era tan débil y sus pensamientos no tenían ya la claridad de hace catorce años. Sin una palabra, se pasaron de largo, uno al otro, desapareciendo en la multitud. Para siempre.

Una historia triste, ¿no crees?



Sí, eso es, eso es lo que tendría que haberle dicho.





Este cuento aparece en la colección de relatos The Elephant Vanishes.





lunes, 7 de mayo de 2012

Afterglow de Jorge Luis Borges







Afterglow

Siempre es conmovedor el ocaso
por indigente o charro que sea,
pero más conmovedor todavía
es aquel brillo desesperado y final
que herrumbra la llanura
cuando el sol último se ha hundido.
Nos duele sostener esa luz tirante y distinta,
esa alucinación que impone al espacio
el unánime miedo de la sombra
y que cesa de golpe
cuando notamos su falsía,
como cesan los sueños
cuando sabemos que soñamos.




viernes, 4 de mayo de 2012

70 años después del principito



“No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.”

Esta mañana al despertar no predije lo que leería en el periódico virtual del diario  El país

70 años después de ser escrita, aseguran haber encontrado dos páginas inéditas del cuento clásico “El principito”  del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944).  Los textos, casi ilegibles  hallados accidentalmente contienen variaciones del capitulo 17 y 19.

La aparición de un nuevo personaje, el crucigramista, bautizado así por ser la primera persona con la que se topa el principito al llegar a la tierra y por la labor en la que se presenta, buscando una palabra de seis letras que significa “gargarismo”(Esto no está claro ya que el texto está escrito en francés). Algunos especialistas aseguran que la palabra que busca seria: Guerra.

No seria una sorpresa que reediten el principito agregando las dos nuevas páginas. Aunque no estaría de acuerdo, ya que fue el mismo autor quien desecho esos capítulos por razones desconocidas. Ahora esas dos páginas serán subastadas a una considerable suma de dinero ya que vale más que una joya por su alto contenido sentimental y su incalculable valor literario.


“Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…” (El principito, fragmento)